sábado, 5 de diciembre de 2009

Sólo quería olvidar


De noche, cuando los pensamientos son más claros, salió a recorrer lugares para olvidar aquello que, habiendo sido lo más bello de su vida, se había trocado en amargura. Sus pasos lentos marcaban el camino y su memoria revivió la imagen de dos hormigas que trepaban por el tallo de una rosa. Una, al llegar a la flor, retrocedió e insistió obstinada en recorrer las espinas; la otra, fue dejándolas atrás y se sumergió en los pétalos.

Cuando llegó al cerro de San Miguel, respiró aliviado al comprobar que nadie allí le haría compañía. Iba repleto de esa soledad que busca derramarse a solas. Caminó despacio hasta la ermita. Se sentó en el pretil y se centró en ese punto indefinido donde el silencio de Granada flota entre dos campos de estrellas: uno, arriba recordándole unos ojos que, como colibríes, picaban su alma; el otro abajo, diciéndole que, entre aquellas luces, ella dormía en los brazos de otro. Allí la noche, insensible a su dolor, apretaba su zozobra y dejó aquel lugar.

Se fue a Sierra Nevada, buscando en las alturas la llave del olvido. El viento afilaba sus agujas al pasar por las montañas y el aire lo envolvió con su capa de hielo y mutó su aliento en astillas de mármol con las que dibujó en su piel el nombre de aquélla que viajaba en el eco de su memoria. Allí tampoco estaba la calma y dejó aquel lugar.

Las gaviotas dormían cuando llegó al mar. Sólo se oía el zumbido ronco de las olas, retumbando sobre un fondo que se había quedado hueco bajo los pasos de la luna. Se sentó en la arena, a esa distancia justa a la que sólo llega la ola más intrépida, y la tristeza mordió la soledad que habitaba en el vacío de un corazón que ama a solas. Allí tampoco estaba lo que buscaba, pero no dejó aquel lugar.

Cuando llegó la mañana, el mar había recogido algunas lágrimas perdidas. Miró el amanecer, sonrió, se levantó y echó a andar. Había decidido olvidarse del olvido y llenarse del amor que perdura en el recuerdo. Como aquella hormiga que sin titubear encontró lo que buscaba, el olvido se había quedado a dormir en un fragante lecho de pétalos de rosa.

©Mara Romero Torres

No hay comentarios:

Publicar un comentario